No alcanzó a frenar, tal vez porque estaba ebrio. Pero él siempre estaba ebrio, así estaba acostumbrado a manejar. Todos frenaron excepto él. Fue debido a ello que la camioneta rodó por encima del coche de enfrente. No paró de rodar hasta quitarle la vida.
La verdad está en los detalles. Una camioneta atravesada en el camino, tal vez un asalto. Un hombre con el cráneo fracturado colgando del asiento del piloto. Una mujer malherida a su lado, los hijos prensados entre los fierros, un dedo colgando a penas de una hebra de carne, fracturas, hombros luxados, cuellos torcidos, gritos, shock.
Solo era uno de tantos viajes en familia hacia la playa. La misma carretera de siempre. Playa azul se quedó esperando al abuelo ebrio que flotaba dormido más allá de donde rompen las olas.
Yo, apenas un adolescente, habría estado en esa camioneta si mis padres no estuvieran en plena separación.
Así, en medio de la incertidumbre, fue como me enteré de la muerte de mi abuelo. Ese fue el accidente que representa el momento clave del inicio del caos en mi familia. Así conocí el verdadero poder del azar.
Shirley La Blue. Microrrelato. El accidente
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