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viernes, 31 de julio de 2020

La necesidad de creer en un poder superior



¿Por qué los humanos necesitamos creer en algo más grande que nosotros?

Analizando cada cultura existente y extinta, encontramos en todas algún mito sobre la creación de los seres humanos. También es común y básica la creencia de algún tipo de existencia después de la muerte. Incluso existe evidencia de estas creencias que se remontan a 50 000 o 100 000 años atrás. 

Según estudios aproximadamente el 84% de la población es miembro de algún grupo religioso. Es decir, más de tres cuartas partes de la población mundial creen en algún tipo de poder superior que rige, cuida o soporta su existencia.  

Resulta interesante reflexionar que estamos hablando desde una actualidad en la que el conocimiento científico está al alcance de la mano como nunca antes. Entonces ¿por qué la necesidad de justificar nuestra existencia con la creencia de un poder superior sigue siendo tan necesaria para la mayoría de las personas? 

¿Quién decide sobre nuestras creencias?



Debemos tener en cuenta que vivimos en una sociedad colmada de sistemas jerárquicos o sistemas de poder. La religión no queda exenta de esta situación y lo hemos comprobado históricamente. En estos sistemas de poder siempre, de un modo u otro, el poder suele recaer en algún miembro predominante que se autodenomina o es denominado por su grupo como el representante de alguna deidad o poder superior. 

Es así como el líder o los líderes de estos grupos religiosos deciden cómo las creencias deben ser ejecutadas, y el resto de los participantes solo deben apegarse a estos designios. Estudios recientes demuestran que recordar a Dios nos hace más obedientes.  

Pero no solo la creencia divina sigue estos parámetros. En sociedades donde se ha buscado reprimir la fe religiosa surgen creencias que la sustituyen, como el culto a un líder intelectual o político, al estado o a la patria. Logrando así grados de fanatismo comparables con los vistos en la religión. En cualquier caso, el denominador común es la progresiva supresión del "yo" para ser sustituido por el "nosotros" y finalmente absorbido por el o los líderes. 

Se puede concluir que el miembro más poderoso de cualquier sistema de jerarquía, ya sea un individuo o algún conjunto de individuos, decidirán el cauce de la creencia predominante. Y el incremento exponencial de seguidores dará fuerza a dicha creencia. 

¿Se puede no creer en nada o creer en algo diferente?

Resulta evidente que los seres humanos somos animales sociales, y como tales buscamos representar a nuestros dioses como una extensión de nosotros mismos para alimentar nuestro propio reconocimiento. Así, buscamos proyectar pensamientos y sentimientos en objetos, animales o fenómenos naturales. Esto es lo que fundamenta toda creencia religiosa. 

Resulta, entonces, que el cerebro humano es el único del mundo animal capacitado para darle sentido a su propia realidad. Digamos que somos capaces de utilizar nuestro cerebro como una máquina para la generación de significado. Es así que la religión viene a satisfacer esa necesidad, la de generar estructuras suficientes para soportar una representación efectiva del sentido de nuestra existencia. 

Incluso el poder de los rituales es necesario para ayudarnos a encontrar sentido en nuestras vidas. Y hablamos de rituales que abarcan a creyentes y no creyentes. Los rituales enmarcan los eventos cruciales en nuestras vidas. Algo tan sencillo como graduarse de alguna profesión es ya un ritual que otorga sentido a nuestra existencia. 

En grupos de autoayuda estilo AA y derivados se pide como requisito crucial el creer en algún poder superior. No se especifica ningún Dios en particular, aunque se tiran líneas disfrazadas que apuntan hacia el cristianismo. El caso es que la recuperación de algún adicto o "enfermo emocional" inicia con poner sus defectos y su recuperación en las manos de este poder superior. Porque como individuos no han sido capaces de llevar una vida sana y han terminado por dañarse a sí mismos y a las personas que los rodean.

Concluímos, entonces, que la religión no es más que una necesidad de encontrar vínculos para conectarnos con el entorno y con nuestros semejantes. Es un medio para encontrar alguna guía que nos permita convivir en armonía con el entorno y encontrar sentido a una existencia que por sí misma no nos lo ofrece. Pero, además, necesitamos una fuerza más poderosa que nosotros que nos obligue a reprimir las propias acciones que pueden llevar a autodestruirnos. Y siempre habrá alguien que esté más cerca que nosotros de ese poder superior, alguien o algo que, aprovechando nuestra vulnerabilidad, podrá someternos según su criterio. 

El problema, por lo tanto, es cuando esta creencia termina jugando en contra de nosotros mismos. Y, en general, parece que esto siempre termina por suceder. El pensar que cualquier creencia es una verdad absoluta conlleva el problema en sí misma, ya que resulta que existen otras creencias que afirman lo mismo. Creer religiosamente en algo impide reflexionar sobre la posibilidad de que todo es cierto pero nada es verdad. Y emerge entonces uno de los peores temores de la humanidad, la posibilidad de que en realidad estamos solos, creando y destruyendo significados, engendrando y destruyendo continuamente a nuestros dioses.  

 



  

viernes, 26 de junio de 2020

Miserables


Diferencia de clase

Separar a las personas por clases, tomando como parámetro el poder adquisitivo no me parece suficiente para comprender lo complicado de las diferencias sociales. Pensar que solo existen personas pobres y personas ricas es un criterio demasiado básico. Yo lo considero una separación absurda. Porque al final, tanto los personas que ganan más dinero por su trabajo como las que ganan menos, siguen siendo trabajadores. Un futbolista y un barrendero, al fin, siguen siendo empleados o están supeditados a poderes que los controlan.

Los “ricos” no son los responsables de la desigualdad, pero tampoco los “pobres”. El problema son los que están por encima de todo ello: los dueños de los hospitales que explotan al médico y los dueños de los supermercados que explotan al cuidador de coches. Estas son las grandes corporaciones que lucran con la búsqueda de bienestar, la tristeza y la esperanza. Todas estas grandes corporaciones nos ofrecen lo que no tienen, pretenden adueñarse de nuestra felicidad para después venderla. Digo pretenden, porque aunque así lo parezca, no lo han logrado.

Un arquitecto que dedicó gran parte de su vida a sus estudios para ofrecer un excelente servicio merece el poder adquisitivo que ha logrado obtener. Un bolero que vive al día después de años de trabajar en el mismo lugar y se ha vuelto un experto en su oficio merece ser reconocido y respetado. ¿Y quién podría asegurar que uno es más feliz que el otro?

Los que creen dominar el mundo

El pequeño grupo de personas que cree dominar el mundo está consciente de que aquello que  ofrecen es una mentira y luchan cada día por obligarnos a creerla. Pero no es porque sean más poderosos que nosotros, al contrario, lo hacen porque también son conscientes de su vulnerabilidad. Saben que ese concepto ficticio de felicidad que ellos ofrecen no es más que un espejismo que se aleja conforme más nos acercamos. Ese espejismo es lo que les permite sobrevivir.

Naturalmente somos capaces de ser felices con muy poco. El concepto de felicidad es tan ambiguo que resulta absurdo creer que la única manera de entenderlo es a través del poder adquisitivo. Pero históricamente esta idea ha sido una herramienta muy poderosa para controlar a las personas. El acto de hacerte pensar que no eres feliz te vuelve vulnerable a los que comercian con la esperanza de encontrar la felicidad.


¿Quién sostiene a quién?

México es un país donde la mayoría de las personas se sienten felices y también es uno de los países con más desigualdad. Aquí puedes encontrar a las personas más humildes irradiando felicidad y disfrutando la vida con lo poco o mucho que poseen. Se intuye de manera automática la mentira y la manipulación. Es tolerada porque se cree que no nos afecta.

Todos los “marginados”, los “pobres”, los “vulnerables”, los “menos afortunados” en realidad son los que sostienen al mundo. Generan la energía, fuerza, voluntad, arrojo, valor, esperanza y alegría suficientes para mantener su propia existencia. Pero, además, mantienen vivos a todos esos “poderosos” que no pueden dejar de consumir, que se han consumido a sí mismos hasta volverse agujeros negros, condenados a absorber todo a su alrededor para no desaparecer. Por dentro están vacíos, no hay nada ahí, nada más allá de lo que los “pobres”, en su infinita caridad les quieren dar. ¿Quiénes son, entonces, los verdaderos miserables?

 


miércoles, 20 de mayo de 2020

Empatía; el secreto de la unidad.


Reprimir tu sensibilidad para ser hombre

Desde niño he tenido una sensibilidad muy particular, siendo del género masculino nunca fue bien visto, pero tuve la fortuna de contar con una familia amorosa y comprensiva. No tuve tanta suerte con el entorno fuera de casa. Como hombre uno aprende a reprimir todo indicio de sensibilidad por ser sinónimo de debilidad para los demás, se vuelve necesario para la supervivencia. Crecí como niño, me desarrollé como hombre, me educaron como tal y la vida me hizo una persona muy resistente. Pero nunca se fue esa sensibilidad. Noté con el paso del tiempo que aquello era una parte de mí, una parte que solo entendía como una vulnerabilidad no deseada. 
Al hacerme adulto las exigencias por ser hombre aumentaron. Elegí trabajar un tiempo en el oficio que desempeñaba mi padre, el cuál aprendió de mi abuelo; la mecánica automotriz. En ese tipo de trabajo es indispensable mostrar continuamente que eres todo un hombre. Aprendes a resistir el dolor físico, no debes quejarte demasiado por cosas insignificantes como machucarte un dedo o recibir una descarga de la batería de un coche. El trabajo siempre se entrega a tiempo, así tengas que durar toda la noche para terminarlo. Debes saber alburear para defenderte de los albures de tus compañeros de trabajo, si no sabes simplemente tendrás que aceptar la humillación. La paga es merecida, así que no está mal que te gastes la mitad en borracheras con otros hombres igual de reprimidos que tú. Al fin seguirás siendo pobre y el lunes tendrás que volver a trabajar con todo y cruda. Porque eso es lo que hace un proveedor responsable. Puedes ser infiel, grosero, acosador, golpeador, alcohólico y serás aplaudido por tus semejantes masculinos, pero nunca debes dejar de proveer, eso no es de hombres
El trabajo me hizo fuerte, aprendí a reprimirme por mí mismo. La escuela me volvió disciplinado, logré obedecer órdenes con la promesa de llegar a ser alguien en la vida. Pero esa sensibilidad no terminaba por irse del todo, de pronto sentía unas ganas inmensas de llorar y "rajarme". La escuela me decepcionó muy pronto, el trabajo me hartó, y mi familia se desintegró de la forma más disfuncional posible. Pero no podía quebrarme como una "vieja". 
"Vieja", esa palabra ha resonado durante toda mi vida en mi cabeza, "lloras como vieja", "pegas como vieja", "te vistes como vieja", "eres vieja". Así que si iba a mandar todo a la mierda, tenía que hacerlo como "macho". Y lo único que se me ocurrió fue volverme un alcohólico y todo un hombre rudo disfuncional, reprimido y resentido. Y así estuve varios años, errando por la vida sin ningún sentido. Hasta que me cansé. Lo único que encontré verdadero en esos andares fue el arte, ahí podía dejar fluir esa pinche sensibilidad de "vieja" sin que me molestaran demasiado, pero no la acepté realmente, solo la disfracé.  

Sensibilidad y empatia


El arte me regaló amistades con sensibilidades desarrolladas e inteligentes. Allí encontré el amor de pareja; mujeres que realmente buscaban otro tipo de hombre, uno más sensible. En general encontré personas más  susceptibles a la empatia. Me acomodé allí por mucho tiempo, creí que había aceptado mi propia persona. Pero no fue así, una cosa es encontrar amistades que te acepten como eres y otra muy diferente es aceptarte a ti mismo. 

Lo que realmente me ha ampliado le horizonte es el hecho de descubrirme como persona, como ser, como humano. He sido oprimido por ser pobre, sensible, desempleado, drogadicto, alcohólico, depresivo, ansioso, etc. Pero, la gran ventaja de haber vivido todo esto es que, a la larga, se desarrolló en mí un alto grado de empatia, que me permite respetar a mis semejantes sin importar nada. No significa que no me haya equivocado, lo he hecho, tampoco es que ahora deje pasar todo, hay acciones que nunca podré tolerar, acciones injustas y evidentes, soy consciente de ello. Entiendo que cada quién debe luchar para no ser oprimido por nadie y bajo ninguna circunstancia. Que el que alza la voz es digno de respeto y admiración. Que si puedo ayudar, debo ayudar. Que si el tema no me incumbe o no se me pide que participe, debo hacerme a un lado. 

Allí en el fondo, debajo de todos los prejuicios y de todas las represiones podemos encontrar la esencia pura de lo que somos; sin género, sin complexión, sin color de piel y sin formas de pensar adoctrinadas. Encontramos el principio de energía de todo lo que es. 
Explorar nuestra facultad de ser empáticos no es comprender y apoyar desde una zona de privilegio, es volverte el otro, la otra, en esencia, no en apariencia. Es encontrar el secreto que nos une a todos y a todo. Para ser empáticos con los demás, empecemos por serlo con nosotros mismos, para ello tendremos que dejar de juzgarnos. 

Mi nombre es Sinhue Carreón Sánchez y he descubierto que soy transgénero, hago esta declaración abiertamente porque es lo que siento como correcto. Las decisiones que tomaré al respecto serán de la forma más responsable, segura y reflexiva. Debe quedar muy claro desde un principio: físicamente ahora soy hombre, pero toda mi vida me sentido más representado por el sexo femenino, mi preferencia sexual es hacia las mujeres, es decir, soy heterosexual, no soy gay. No estoy confundido, no es debido a ningún trauma de la niñez, nadie, absolutamente nadie es responsable de lo que me pasa, más que yo mismo. Y he descubierto esto tras una minuciosa introspección con apoyo y ayuda de profesionales en psicología y psiquiatría. 

Si buscan mayor orientación sobre el tema les dejo este enlace, ahí podrán encontrar una noción de lo que estoy viviendo. Pero siempre pueden buscar información por su cuenta. A todos mis amigo y familiares les digo: estoy totalmente abierto a dialogar sobre el tema, siempre y cuando se me trate con respeto y objetividad.

     

martes, 12 de mayo de 2020

¿Está en la naturaleza del ser humano reprimir y ser reprimido?

Id vs Súper Ego




Desde tu nacimiento has aprendido a desarrollar las herramientas que el cuerpo te brinda, para interactuar con el entorno. Inicias aprendiendo por instinto. Luego tus padres se encargan de mostrarte el camino para relacionarte socialmente: aprendes el idioma que ellos hablan, a vestirte como corresponde a tu genero, lo que debes decir y lo que no, en fin. A través de ellos aprendes a reprimir tus instintos para encajar en una sociedad, que aún no puedes comprender. 
De pronto, sin que nadie te haya preguntado, te encuentras en medio de lo que tu naturaleza te pide y lo que la sociedad te permite. Así, en este artículo busco hacer hincapié en reflexionar sobre el concepto de represión incluida en nuestro desarrollo personal y colectivo. ¿Será que somos naturalmente propensos a la represión? ¿Será que nuestro destino es buscar siempre reprimir a alguien o dejarnos reprimir?



Hace poco llegó a mis manos un libro muy interesante y revelador: "Eros y civilización" de Herbert Marcuse. Dentro de estas lineas encontré una verdad relativa, que al compararla con mi propia vida, resultaba bastante comprensible. Marcuse habla acerca de los estudios de Freud sobre el Id, el Ego y el Super ego. A lo que llamó Id no es más que nuestros instintos naturales, el Super ego representa lo que la sociedad nos dicta. Mediando estas dos fuerzas permanentes se encuentra el Ego, que termina por ser lo que muestras a los demás. En resumen te digo lo que yo inferí de toda esta información: 

  • Nuestra naturaleza es propensa a la autodestrucción
  • Si hiciéramos todo lo que el Id nos exige, terminaríamos destrozando toda nuestra "civilización". Piénsalo, los instintos son altamente peligrosos si se les da rienda suelta. Matar, si el instinto nos lo ordena, pone en peligro inminente a nuestro jefe o jefa.
  • Nuestro Super ego está conformado según la cultura predominante del lugar donde nos tocó crecer. Bajo esas leyes comprendemos lo que es correcto e incorrecto, lo que nos hace crecer y lo que nos destruye. El Súper ego es necesario para que logremos sobrevivir dentro de la sociedad. 
  • El ego es el instrumento para regatear con el Super ego para que nos permita, bajo ciertas condiciones, satisfacer nuestras necesidades instintivas básicas. Podemos comer; pero hay que ganarlo, podemos copular; solo para reproducirnos. Podemos matar; por una causa más grande que nosotros, previamente aprobada por la sociedad. El problema es que estas leyes no permiten la inclusión de algunos derechos irrefutables que terminan aplastados por la intolerancia.   
  • Cada uno, como individuo, lucha constantemente para salvar a su propio "yo" del constante ataque de estas dos poderosas fuerzas internas y externas. Algunos pierden la batalla frente a sus instintos y son destruidos por sí mismos, o por el castigo de la sociedad por poner en riesgo el bienestar común. Otros, terminan olvidando sus propios anhelos y derechos en pos de algún dictamen social auto-impuesto o forzado por otros. 
  • La libertad se puede encontrar en el equilibrio. El criterio bien alimentado, puede brindar las herramientas necesarias para no dejarse manejar del todo por el Id o sucumbir a la imposición de de las ideas del Super ego. 

Ejercer la facultad de nuestro propio criterio



Para responder la pregunta: ¿Está en la naturaleza del ser humano reprimir y ser reprimido? Debo decir que sí. Pero el hecho de que esté en nuestra naturaleza, no significa que no podamos elegir. Tenemos la opción de hacerlo consciente. Somos capaces de satisfacer nuestra necesidades sin afectara otros. Somos capaces de poner en duda las leyes que nos reprimen y cambiarlas, tomando en cuenta el bien común. Hasta ahora, la lucha de estas dos fuerzas nos han llevado hacia el caos. La represión acumulada durante mucho tiempo termina por producir un estallido incontrolable. Solo para terminar convirtiéndose en un nuevo tipo de represión. ¿Podremos encontrar, entonces, este equilibrio saludable como sociedad en algún momento?

No me considero experto en el tema, seguramente tú tendrás algo más interesante qué aportar. Mi intención es poner estos temas en la mesa de muchos que no se sienten confiados para opinar. No dudes en comentar, esta es solo una opinión personal sobre un tema que tiene mucho por escudriñar.       




El accidente

  No alcanzó a frenar, tal vez porque estaba ebrio. Pero él siempre estaba ebrio, así estaba acostumbrado a manejar. Todos frenaron excepto ...