miércoles, 20 de mayo de 2020

Empatía; el secreto de la unidad.


Reprimir tu sensibilidad para ser hombre

Desde niño he tenido una sensibilidad muy particular, siendo del género masculino nunca fue bien visto, pero tuve la fortuna de contar con una familia amorosa y comprensiva. No tuve tanta suerte con el entorno fuera de casa. Como hombre uno aprende a reprimir todo indicio de sensibilidad por ser sinónimo de debilidad para los demás, se vuelve necesario para la supervivencia. Crecí como niño, me desarrollé como hombre, me educaron como tal y la vida me hizo una persona muy resistente. Pero nunca se fue esa sensibilidad. Noté con el paso del tiempo que aquello era una parte de mí, una parte que solo entendía como una vulnerabilidad no deseada. 
Al hacerme adulto las exigencias por ser hombre aumentaron. Elegí trabajar un tiempo en el oficio que desempeñaba mi padre, el cuál aprendió de mi abuelo; la mecánica automotriz. En ese tipo de trabajo es indispensable mostrar continuamente que eres todo un hombre. Aprendes a resistir el dolor físico, no debes quejarte demasiado por cosas insignificantes como machucarte un dedo o recibir una descarga de la batería de un coche. El trabajo siempre se entrega a tiempo, así tengas que durar toda la noche para terminarlo. Debes saber alburear para defenderte de los albures de tus compañeros de trabajo, si no sabes simplemente tendrás que aceptar la humillación. La paga es merecida, así que no está mal que te gastes la mitad en borracheras con otros hombres igual de reprimidos que tú. Al fin seguirás siendo pobre y el lunes tendrás que volver a trabajar con todo y cruda. Porque eso es lo que hace un proveedor responsable. Puedes ser infiel, grosero, acosador, golpeador, alcohólico y serás aplaudido por tus semejantes masculinos, pero nunca debes dejar de proveer, eso no es de hombres
El trabajo me hizo fuerte, aprendí a reprimirme por mí mismo. La escuela me volvió disciplinado, logré obedecer órdenes con la promesa de llegar a ser alguien en la vida. Pero esa sensibilidad no terminaba por irse del todo, de pronto sentía unas ganas inmensas de llorar y "rajarme". La escuela me decepcionó muy pronto, el trabajo me hartó, y mi familia se desintegró de la forma más disfuncional posible. Pero no podía quebrarme como una "vieja". 
"Vieja", esa palabra ha resonado durante toda mi vida en mi cabeza, "lloras como vieja", "pegas como vieja", "te vistes como vieja", "eres vieja". Así que si iba a mandar todo a la mierda, tenía que hacerlo como "macho". Y lo único que se me ocurrió fue volverme un alcohólico y todo un hombre rudo disfuncional, reprimido y resentido. Y así estuve varios años, errando por la vida sin ningún sentido. Hasta que me cansé. Lo único que encontré verdadero en esos andares fue el arte, ahí podía dejar fluir esa pinche sensibilidad de "vieja" sin que me molestaran demasiado, pero no la acepté realmente, solo la disfracé.  

Sensibilidad y empatia


El arte me regaló amistades con sensibilidades desarrolladas e inteligentes. Allí encontré el amor de pareja; mujeres que realmente buscaban otro tipo de hombre, uno más sensible. En general encontré personas más  susceptibles a la empatia. Me acomodé allí por mucho tiempo, creí que había aceptado mi propia persona. Pero no fue así, una cosa es encontrar amistades que te acepten como eres y otra muy diferente es aceptarte a ti mismo. 

Lo que realmente me ha ampliado le horizonte es el hecho de descubrirme como persona, como ser, como humano. He sido oprimido por ser pobre, sensible, desempleado, drogadicto, alcohólico, depresivo, ansioso, etc. Pero, la gran ventaja de haber vivido todo esto es que, a la larga, se desarrolló en mí un alto grado de empatia, que me permite respetar a mis semejantes sin importar nada. No significa que no me haya equivocado, lo he hecho, tampoco es que ahora deje pasar todo, hay acciones que nunca podré tolerar, acciones injustas y evidentes, soy consciente de ello. Entiendo que cada quién debe luchar para no ser oprimido por nadie y bajo ninguna circunstancia. Que el que alza la voz es digno de respeto y admiración. Que si puedo ayudar, debo ayudar. Que si el tema no me incumbe o no se me pide que participe, debo hacerme a un lado. 

Allí en el fondo, debajo de todos los prejuicios y de todas las represiones podemos encontrar la esencia pura de lo que somos; sin género, sin complexión, sin color de piel y sin formas de pensar adoctrinadas. Encontramos el principio de energía de todo lo que es. 
Explorar nuestra facultad de ser empáticos no es comprender y apoyar desde una zona de privilegio, es volverte el otro, la otra, en esencia, no en apariencia. Es encontrar el secreto que nos une a todos y a todo. Para ser empáticos con los demás, empecemos por serlo con nosotros mismos, para ello tendremos que dejar de juzgarnos. 

Mi nombre es Sinhue Carreón Sánchez y he descubierto que soy transgénero, hago esta declaración abiertamente porque es lo que siento como correcto. Las decisiones que tomaré al respecto serán de la forma más responsable, segura y reflexiva. Debe quedar muy claro desde un principio: físicamente ahora soy hombre, pero toda mi vida me sentido más representado por el sexo femenino, mi preferencia sexual es hacia las mujeres, es decir, soy heterosexual, no soy gay. No estoy confundido, no es debido a ningún trauma de la niñez, nadie, absolutamente nadie es responsable de lo que me pasa, más que yo mismo. Y he descubierto esto tras una minuciosa introspección con apoyo y ayuda de profesionales en psicología y psiquiatría. 

Si buscan mayor orientación sobre el tema les dejo este enlace, ahí podrán encontrar una noción de lo que estoy viviendo. Pero siempre pueden buscar información por su cuenta. A todos mis amigo y familiares les digo: estoy totalmente abierto a dialogar sobre el tema, siempre y cuando se me trate con respeto y objetividad.

     

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